Capítulo 24: Sueños - Page 3 of 6

que dice Alaejos, exhalaba á lo lejos ténues vapores que la luzde la luna, ahora en todo su lleno, convertía poco á poco engasa trasparente y misteriosa...

Un ruido lejano se percibe, ,ruido que se acerca más y más;Isagani vuelve la cabeza y su corazon comienza á latir violen-tamente; un coche viene tirado por caballos blancos, loscaballos blancos que distinguiría entre cien mil. En el cochevienen Paulita, doña Victorina y la amiga de la nocheanterior.

Antes que pudiese dar un paso el joven, Paulita ha saltadoya en tierra con su agilidad de sílfide y sonríe á Isagani consonrisa llena de conciliacion; Isagani sonríe á su vez y le pareceque todas las nubes, todas las negras ideas que antes le ase-diaban, se disipaban como humo; luces tenía el cielo, cantosel aire, y flores cubrían las yerbas del camino. Desgraciada-mente, doña Victorina estaba allí, doña Victorina que cogíapara sí al joven para pedirle noticias de don Tiburcio. Isaganise había encargado de descubrir su escondite valiéndose de losestudiantes que conocía.

— Ninguno me ha sabido dar razon hasta ahora, respondíay decía la verdad, porque don Tiburcio estaba escondido preci-samente en casa del mismo tio del joven, el P. Florentino.

— Hágale usted saber, decía doña Victorina furiosa, que mevaldré de la Guardia Civil; vivo ó muerto quiero saberdonde está...Porque tener que esperar diez años para poderse una casar!

Isagani la miró espantado; doña Victorina pensaba encasarse. Quién sería el infeliz?

— ¿Qué le parece á usted Juanito Pelaez? preguntó ella derepente.

— Juanito?..

Isagani no sabía que contestar; dábanle ganas de decir todolo malo que sabía de Pelaez, pero la delicadeza triunfó en sucorazon y habló bien de su rival por lo mismo.que lo era. DoñaVictorina, toda contenta y entusiasmada, se deshizo entoncesen ponderar los méritos de Pelaez, é iba ya á hacer de Isaganiconfidente de sus nuevos amores, cuando la amiga de Paulitavino corriendo á decir que el abanico de esta se había caidoentre las piedras que había en la playa, junto al Malecon. Estra-tagema ó casualidad, es el caso que este percance dió motivoá que la amiga se quedase con la vieja é Isagani se entendiese con Paulita. Por lo demas, doña Victorina se alegraba, y porquedarse con Juanito, favorecía ella los amores de Isagani.

Paulita tenía su táctica; al darle las gracias se hizo la ofen-dida, la resentida, y delicadamente dió á entender que se estra-ilaba de encontrarle allí cuando todo el mundo estaba en laLuneta, hasta las actrices francesas...

—Me había dado usted cita, ¿cómo podía yo menos...

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