Capítulo 14: Una Casa De Estudiantes - Page 2 of 9

El cojo se da por insultado, los otros intervienen poniendopaz pero en realidad metiendo cizaña y acaban por pegarse.

En el comedor un joven con una lata de sardinas, unabotella de vino y las provisiones que acaba de traer de supueblo, hace heroicos esfuerzos para que sus amigos participende su tente-en-pié, mientras que los amigos oponen á su vezotra heroica resistencia. Otros se bañan en la azotea y conel agua del pozo se dedican á ejercicios de bomberos, trabancombate á calderadas de agua con gran contento de losespectadores.

Pero el ruido y la algazara cesan paulatinamente á medidaque llegan caracterizados estudiantes, convocados por Maka-raig para darles cuenta de la marcha de la Academia de castellano. Isagani fué saludado cordialmente lo mismo que elpeninsular Sandoval, que vino de empleado á Manita y concluíasus estudios, completamente identificado con las aspiracionesde los estudiantes filipinos. Las barreras que la política estableceentre las razas, desaparecen en las aulas como derretidas alcalor de la ciencia y de la juventud.

A falta de Ateneos y centros científicos, literarios ó políticos,Sandoval aprovecha todas las reuniones para desarrollar susgrandes dotes oratorias, pronunciando discursos discutiendosobre cualquier tema y arrancando aplausos de sus amigos yoyentes. En aquellos momentos el tema de la conversacion erala enseñanza del castellano.

Como Makaraig no había llegado aun las conjeturas estabaná la orden del día.

—¿Qué habrá pasado? — Qué ha dipuesto el General? -

-Ha negado el permiso? — Triunfó el P. Irene? —Triunfó el P. Sibylá?

Estas eran las preguntas que se dirigián unos á otros, pre-guntas cuyas respuestas solo podia dar Makaraig.

Entre los jóvenes reunidos los había optimistas como Isaganiy Sandoval que veían la cosa hecha y hablaban de plácemes yalabanzas del gobierno para el patriotismo de los estudiantes,optimismos que le hacían á Juanito Peláez reclamar para sígran parte de la gloria en la creacion de la sociedad. A todoesto respondía el pesimista Pecson, — un gordinflon con risaamplia de calavera, —hablando de estrañas influencias, de si elObispo A., el Padre B., el Provincial C. fueron ó no consulta-dos y de si aconsejaron ó no que metiese en la carcel á todoslos de la asociacion, noticia que ponía inquieto á Juanito Pelaezquien entonces tartamudeaba :

—Carambas, no me metan ustedes...

Sandoval, á fuer de peninsular y liberal, se ponía furioso:

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nagdádaláng-tao