Capítulo 14: Una Casa De Estudiantes

Era digna de visitarse la casa donde vivia Makaraig.

Grande, espaciosa, con dos pisos entresuelos provistos deelegantes rejas, parecía un colegio en las primeras horas de lamañana y un pandemonium de las diez en adelante. Durantelas horas de recreacion de los pupilos, desde que se entra enel espacioso zaguan hasta que se llega al piso principal, bullenla risa, la algazara, y el movimiento. Jóvenes en traje ligerode casa juegan á la sida, hacen ejercicios gimnásticos valién-dose de trapecios improvisados: en las escaleras se sostieneun asalto entre ocho ó nueve, armados de bastones, picas,ganchos y lazos, pero asaltantes y asaltados no se hacen dañopor lo general; los golpes paran de rebote sobre la espalda deichino tendero que en la escalera vende comistrajos é indi-gestos pasteles. Multitud de niños le rodean, le tiran de lacoleta ya deshecha y desarreglada, le arrebatan un pastel, leregatean el precio y le hacen mil diabluras. El chino grita,jura y perjura en todos los idiomas que chapurrea, incluso enel suyo, lloriquea, rie, suplica, pone buena cara cuando lamala de nada le sirve y vice-versa.

— ¡Ah, malo esi — Vo cosiesia — No quilistiano — Ustelimoño — Salamaje ! — tusu tusu! etc.

Piff, paff! no importa! Vuelve la cara sonriente; si solosobre sus espaldas recibe los bastonazos continúa impertérritosu comercio, contentándose con gritar ; — No jugalo, eh? nojugalo! pero si los recibe sobre el bilaw que contiene suspastas, entonces, jura no volver, arroja por la boca todaslas imprecaciones y maldiciones imaginables; los muchachosredoblan para hacerle rabiar más y cuando ven ya la fraseo-logía agotada, y estan satisfechos de tanta jopia y pepita desandía salada, entonces le pagan religiosamente y el chino semarcha contento, riendo, guiñando y recibe como cariciaslos ligeros bastonazos que los estudiantes le propinan á guisade despedida.

¡Huaya, homia!!

Conciertos de piano y violin , de guitarra y acordeon, alternan con el chocar repetido de bastones de las leccionesde esgrima. En torno de una ancha y larga mesa los alumnosdel Ateneo escriben, hacen sus composiciones, resuelven susproblemas al lado de otros que escriben á sus novias enrosados papeles calados, llenos de dibujos; uno compone unmelodrama al lado del que aprende la flauta y los consonantesnacen silbados desde un principio. Más allá, los mayores,estudiantes de facultad que lucen calcetines de seda y zapa-tillas bordadas, se entretienen en hacer rabiar á los peque-ñuelos tirándoles de las orejas, ya rojas de tanto recibir papiro-tazos; dos 6 tres sujetan á un pequeñito que grita, llora ydefiende á puntapiés los cordones de su calzoncillo: cuestion deponerle como cuando nació... pataleando y llorando. En uncuarto, al rededor de una mesa velador cuatro juegan al revesinoentre risas y bromas con gran impaciencia de uno que hace deestudiar la leccion pero que en realidad espera que le llegue elel turno para jugar á su vez. Otro viene con grandes aspavien-tos, muy escandalizado y se acerca á la mesa.

— ¡Qué viciosos sois! dice; tan de mañana y ya al juego! Aver, á ver! Tonto! arrastra con el tres de espadas!

Y cierra su libro y se pone tambien á jugar.

Se oyen gritos, resuenan golpes. Dos se han peleado en elvecino cuarto : un estudiante cojo muy picon y un infeliz recienllegado de provincias. Este que apenas principia á estudiar, dacon un tratado de filosofía y lee en voz alta, inocentemente yacentuándolo mal el principio cartesiano :

— Cogito, ergo sum!

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