Capítulo 11: Los Baños - Page 12 of 12

No, no; todo lo podía tolerar el P. Sibyla menos proponerleá los jesuitas por modelo. Tembloroso y pálido se deshizo enamargas recriminaciones.

—Primero franciscano... cualquier cosa antes que jesuita!dijo fuera de sí.

—Oh, oh !

— Eh, eh! Padre P —!!

Vino una discusion en que todos, olvidándose del CapitanGeneral, intervinieron; hablaban á la vez, gritaban, no seentendían, se contradecían; Ben Zayb las tenía con el P.Camorra y se enseñaban los puños, el uno hablaba de gansosy el otro de chupa-tintas, el P. Sibyla hablaba del Capítulo yel P. Fernandez, de la Summa de Sto. Tomás, etc. hasta queentró el cura de Los Baños á anunciar que el almuerzo estabaservido.

Su Excelencia se levantó y así se cortó la discusion.

— Ea, señores! dijo; hoy hemos trabajado como negros y

eso que estamos de vacaciones! Alguien dijo que los asuntosgraves deben tratarse en los postres. Yo soy en absolutode esa opinion.

— Podemos indigestamos, observó el secretario aludiendoal calor de la discusion.

— Entonces lo dejaremos para mañana.

Todos se levantaron.

— Mi General, murmuró el alto empleado; la hija de eseCabesang Tales ha vuelto solicitando la libertad de su abueloenfermo, preso en lugar del padre...

Su Excelencia le miró disgustado y se pasó la mano por laancha frente.

Carambas! que no le han de dejará uno almorzar en paz!

— Es el tercer día que viene; es una pobre muchacha...

— ¡Ah, demonios! exclamó el P. Camorra; yo me decía: algotengo que decir al General, para eso he venido... para apoyarla peticion de esa muchacha!

El General se rascó detrás de la oreja.

— Vaya! dijo; que el secretario ponga un volante al tenientede la Guardia Civil, para que le suelten! No dirán que nosomos clementes ni misericordiosos!

Y miró á Ben Zayb. El periodista pestañeó.

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