Capítulo 10: Riqueza Y Miseria - Page 4 of 8

Ante tanta riqueza, reunida en poder de aquel hombre quese espresaba con tanta naturalidad, los circunstantes sentíancierto respeto mezclado de terror. Sinang varias veces casta-ñeteó y su madre no la pellizcó, quizás porque estuvieseabismada ó porque juzgase que un joyero como Simoun no ibaá tratar de ganar cinco pesos más 6 menos por una exclama-cion más 6 menos indiscreta. Todos miraban las piedras,ninguno manifestaba el menor deseo de tocarlas, tenían miedo.La curiosidad estaba embotada por la sorpresa. CabesangTales miraba hácia el campo, y pensaba que con un solobrillante, quizás con el más pequeño, podía recobrar á suhija, conservar la casa y quizás labrarse otro campo... Dios!que una de aquellas piedras valiese más que el hogar de unhombre, la seguridad de una joven, la paz de un anciano ensus viejos dias!

Y como si adivinase su pensamiento, Simoun decía dirigién-dose á las familias que le rodeaban .

— Y vean, vean ustedes; con una de estas piedrecitas azulesque parecen tan inocentes é inofensivas, paras como arenillasdesprendidas de la bóveda del cielo, con una como ésta, regaladaoportunamente, un hombre ha podido desterrar á su enemigo,á un padre de familias, como perturbador del pueblo... y conotra piedrecita igual á ésta, roja como la sangre del corazon,como el sentimiento de la venganza y brillante como las lágri-mas de los huérfanos, se le ha dado la libertad, el hombre hasido vuelto ar, hogar, el padre á sus hijos, el esposo á la esposay se ha salvado quizás á toda una familia de un desgraciadoporvenir.

Y dando golpecitos á la caja,

— Aqui tengo yo, como en las cajas de los médicos, afiadiaen voz alta en mal tagalo, la vida y la muerte, el veneno y lamedicina, y con este puñado puedo sumir en lágrimas á todoslos habitantes de Filipinas!

Todos le miraban con terror y comprendían que teníarazón. En la voz de Simoun se notaba cierto timbre estrañoy siniestros rayos parecían pasar al través de sus anteojosazules.

Como para hacer cesar la impresion que aquellas piedrashacían sobre tan sencillas gentes, Simoun levantó la bandeja ydescubrió el fondo donde encerraba los sandez sondaron:.Estuches de piel de Rusia, separados entre sí por capas dealgodon, llenaban el fondo forrado de terciopelo gris. Todosesperaban maravillas. El marido de Sinang confiaba vercarbunclos, piedras arrojando fuego y brillando en medio delas tinieblas. Cpn. Basilio estaba ante las puertas de la inmor-talidad; iba á ver algo positivo, algo real, la forma de lo quetanto había soñado.

—Este es el collar de Cleopatra, dijo Simoun sacando conmucho cuidado una caja plana en forma de media luna; esuna joya que no se puede tasar, un objeto de museo, solopara los gobiernos ricos.

Era una especie de collar formado por diferentes dijes deoro representando idolillos entre escarabajos verdes y azules,y en medio una cabeza de buitre, hecha de una piedra de unjaspe raro, entre dos alas estendidas, símbolo y adorno de lasreinas egipcias.

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hulíng hantungan